La Amistad: Clave Para La Evangelizacion De Los Hombres
por el Padre John McCloskey
No hace mucho, después de un magnífico evento litúrgico en la Plaza de San Pedro, me fui a almorzar a la Piazza Navona con varias parejas americanas. Durante nuestra conversación y mientras disfrutábamos de la pasta italiana, me fijé detenidamente en la mesa vecina. Había un grupo de siete u ocho italianos quienes comían, bebían vino tinto, enfrascados en una animada conversación, y se veía que estaban disfrutando enormemente. Me dio la impresión que este no era un evento aislado sino más bien una de muchas reuniones frecuentes de un grupo de buenos amigos. Esto me pareció raro pero al mismo tiempo simpático.
Ahora bien, no estoy promoviendo el ideal de que los hombres pasen largas horas con vino y canciones mientras sus esposas se matan trabajando en la cocina y la limpieza. Sin embargo, reflexionando después, caí en la cuenta de la rareza que me causó observar esa escena y es debido a que en mi país, es muy poco común observar escenas similares. De hecho las únicas veces que observo grupos de hombres reunidos con frecuencia regular es en frente de una televisión, ya sea en casa, en un bar o en un restaurante para mirar algún evento deportivo. Allí está la bebida (cerveza y no vino); la comida (sándwiches en vez de pasta), pero falta algo. La mayoría de las veces están disfrutando el juego, pero no la compañía mutua. Por supuesto que no tiene nada de mal disfrutar los deportes en grupo, ya sea como participantes o como espectadores. Tampoco tienen nada de malo los otros entretenimientos y actividades sociales que los hombres americanos disfrutan en grupos. Sin embargo, pareciera que hay una dimensión más profunda de la amistad que está haciéndoles falta.
De repente, mientras reflexionaba sobre mis observaciones, me asaltó una sospecha. Y es que hay una enfermedad común, no diagnosticada entre los americanos. Una enfermedad que podría ser la responsable de nuestros males sociales, y que podría ser el gran elemento disuasivo para una nueva evangelización efectiva en nuestro país. He titulado a esta enfermedad como el Síndrome del Déficit de Amistad. (SDA).
Este artículo tiene un doble objetivo. Primero, deseo describir algunas de las causas y síntomas de este síndrome, y ofrecer alguna posible terapia. Segundo, espero ofrecer algunos antecedentes sobre la importancia de la amistad, tanto humana como sobrenatural, como el principal medio de difundir el Evangelio de Cristo. Necesitamos forjar un enfoque nuevo y mejor para desarrollar amistades en nuestro país: un enfoque que sea precisamente americano y que respete la fortaleza de la cultura americana. Este artículo busca provocar al lector para que ofrezca sus propias sugerencias y soluciones, porque creo que nosotros los americanos, nos enfrentamos a un serio problema.
AMISTAD Y EVANGELIZACION
La amistad, para los cristianos, puede ser un medio efectivo de evangelización. En este contexto, la evangelización significa simplemente compartir con nuestros amigos, nuestra relación con Cristo, cultivada por medio de la oración, la meditación en las Sagradas Escrituras y los sacramentos. Esto presupone una amistad que es sincera y auténtica, y que por cierto no entiende a la amistad como instrumento. La amistad es, y naturalmente debe ser reconocida como un fin en sí misma. Hay numerosos ejemplos en la historia y en la literatura, de amistades admirables que no conllevan necesariamente el elemento de la fe religiosa. Sin embargo, la amistad puede ser elevada y llevada a un plano sobrenatural cuando alcanza su más alto nivel, al compartir el bien supremo: Dios mismo. Presentarle, o volver a presentarle la figura de Jesucristo a otro ser humano es el bien supremo de la amistad humana.
A lo largo de la historia de la Iglesia, comenzando con el propio Señor, el cristianismo se ha difundido principalmente a través de encuentros individuales que, (junto con la procreación), han contribuido al crecimiento de la Iglesia, de forma que los doce Apóstoles de la Iglesia primitiva, incluyen ahora mil millones de católicos. Pero no podemos descansar. Hay todavía miles de millones de personas que están a la espera de escuchar la buena noticia de Jesucristo y su Iglesia.
Confío en que este artículo le ayudará a los lectores a comprender el Síndrome del Déficit de la Amistad y cuán dañino puede ser para el desarrollo humano y sobrenatural de las personalidades de los hombres. Con el tiempo, el autoconocimiento y la ayuda de Dios, si hay necesidad, los hombres pueden sanarse. Así serán más santos, más apostólicos y más felices.
Como puede verse, me estoy dirigiendo a los hombres, especialmente a los católicos. Pero las mujeres que se preocupan por los hombres: madres, hermanas, esposas y futuras esposas, también deberían darle una mirada a este mensaje. Después de todo, deberían interesarse en la hombría auténticamente cristiana de los hombres en sus vidas. Sus propias vidas y su felicidad así como las de sus hijos, dependen de la capacidad de los hombres que aman, de hacerle frente a esta cultura cada vez más peligrosa en que estamos inmersos.
Las mujeres deben recordar que antes de que la fe cristiana ejerciera su influencia en la ley y la moral del mundo antiguo del Mediterráneo, las esposas y los niños eran visto a menudo como simples cosas a disposición absoluta del pater familias, hasta el punto que los hombres a menudo asumían el derecho de matar a las mujeres y niños que no eran considerados satisfactorios. Estas actitudes de la antigüedad, no han desaparecido por completo al día de hoy. En algunas culturas se observa todavía un tratamiento similar para las mujeres y los niños. Esta tiranía podría repetirse aún en las culturas occidentales, o podrían darse nuevas formas de lo que el Papa Juan Pablo II denominaba el "nuevo totalitarismo", que avanza cada vez más en occidente. La mejor protección posible para el matrimonio y la familia resultaría ser el testimonio de hombres fuertes, dispuestos a ser confesores y mártires por su fe.
Es más, para hacerle frente a este Síndrome, las esposas pueden jugar un papel muy importante, estimulando a sus maridos a pasar más tiempo con sus amigos. En la sociedad actual, habrá siempre tensiones para tratar de equilibrar el trabajo, la familia y la vida social. Las mujeres que trabajan fuera del hogar y todavía tienen que encargarse de las labores domésticas, es natural que deseen que sus maridos estén en casa el mayor tiempo posible en las noches y los fines de semana. Sin embargo, si la esposa insiste que el hombre esté en casa cuando no está en el trabajo, podría estarle negando la oportunidad de que sea un mejor esposo y padre, y al mismo tiempo, privando a otros hombres del buen ejemplo e influencia que su esposo podría darles. Si bien la amistad es algo personal, la esposa debería desear que su marido tenga la oportunidad de tener tantos amigos como ella.
EN BUSCA DE LA SOLEDAD
El SDA podría figurar como una de las causas de lo que es quizás la peor plaga que afecta a la sociedad americana moderna: la soledad. Las causas son múltiples: El tamaño pequeño de las familias (a través del aborto y de los contraceptivos); padres y madres ausentes (atribuible en gran medida al divorcio y a la presión para que las mujeres trabajen fuera del hogar como resultado de un sistema fiscal que no favorece a la familia); frecuentes cambios de domicilio que traen como resultado la falta de estabilidad y la pérdida de contacto con las propias raíces (atribuible a individuos y corporaciones que valoran más las ganancias económicas que los aspectos familiares); una tendencia a valorar las posesiones materiales por encima de las relaciones humanas; el culto a la juventud. Se trata de un desorden serio.
Ya un autor lo dijo hace algunos años: "el hombre americano promedio tiene un buen amigo: su esposa". Quienquiera que haya pasado un tiempo apreciable en un país con antecedentes culturales católicos (independientemente del nivel actual de práctica religiosa en dicho país), notará que los hombres americanos han sido afectados profundamente por la abrumadora cultura protestante de nuestro propio pasado, con su énfasis en el individualismo. Existe una imagen muy fuerte de la figura masculina, en la cultura americana: potente, aislado. El aventurero autónomo que marcha hacia el crepúsculo, huyendo de los confines de la vida civilizada. El hombre que esconde sus sentimientos privados detrás de una corteza exterior, impasible ante las fuerzas exteriores. El hombre que a final de cuentas sólo responde a su propia conciencia.
Hay por supuesto otra imagen popular del hombre americano, muy distinta: superficial, hablador, el hombre que se está haciendo, echando el ojo a las mujeres y buscando como hacer plata rápidamente. Todos sus pensamientos son públicos, quizás porque tiene muy pocos y todos los expresa en voz alta. Estoy exagerando un poco para ilustrar mi punto de vista, pero creo que estas dos imágenes culturales son fácilmente reconocibles. De hecho, han sido personificadas en dos símbolos del cine americano del siglo 20. John Wayne y Bob Hope. (Es interesante que ambos actores finalizaron felizmente sus días, solicitando ser recibidos en la Iglesia Católica).
Ahora bien, cuando critico la imagen del hombre autónomo, espero que se entienda que no estoy tratando de convertir al católico americano promedio en un debilucho idiota y emotivo. Un hombre saludable debe crecer, mantener y practicar todas las virtudes masculinas que encontramos en la naturaleza y que se aumentan por los efectos de la gracia sobrenatural. Debe gloriarse en todo aquello que lo hace auténticamente viril. En breve, estoy dándole vuelta a la pregunta que Henry Higgins hizo famosa, para preguntar "Por qué no puede un hombre ser más como la mujer?". Estoy diciendo sencillamente (y no digo que sea fácil), que la propia definición de lo que significa ser un hombre católico debería incluir la capacidad de "hacer un sincero don de sí mismo", para usar la frase del Vaticano Segundo, que ha sido tan citada por ese modelo ejemplar de lo que es un hombre católico, el Papa Juan Pablo II. Este "don de sí mismo" se hace principalmente en el santo matrimonio, pero se hace también en las amistades masculinas que tenga en el transcurso de su vida.
CAUSAS Y SINTOMAS
Aparte de su participación en los deportes más rudos (y ahora hasta ese enclave tradicionalmente masculino está siendo invadido por las mujeres), muchos jóvenes tienen relativamente poca oportunidad para disfrutar compañía masculinas exclusivamente.
Han declinado las universidades y las escuelas secundarias de un solo sexo, y además se han reducido los bastiones de la adolescencia americana tales como los muchachos exploradores (Boy Scouts) y todo eso han dificultado aún más la formación de amistades fuertes y duraderas en los primeros años. Muchos clubes que eran sólo para hombres así como asociaciones fraternales, se han abierto para admitir mujeres. Incuso los servicios militares se han venido integrando cada vez más ( a veces con resultados desastrosos, incluyendo una enorme relajación de la disciplina y del espíritu de cuerpo, así como la promiscuidad sexual que los observadores prudentes deberían haber reconocido como inevitable). Igualmente, se ha vuelto cada vez más raro que un hombre trabaje sólo para uno o dos empleadores a lo largo de su carrera. Como resultado, es menos probable que sus compañeros de trabajo se conviertan en amigos cercanos y duraderos, y más bien se vuelven contrincantes en el afán de mantenerse o avanzar en el cargo. Finalmente la extraordinaria movilidad de la familia americana contemporánea -lista para trasladarse de una costa a la otra o de un estado al otro en respuesta a las fuerzas de la economía- puede costarle a un hombre el tiempo que necesita para formar y mantener las relaciones de vecindad que devienen luego en amistad.
A como están hoy las cosas, para muchos hombres católicos, la "amistad" significa una liga más que todo artificial, basada en el interés común en las cervezas, los carros, los deportes, la cacería, la pesca o incluso el interés malsano de conquistar a mujeres jóvenes. ( De hecho, vacilo en usar la palabra "amistad" para describir este tipo de relación; no sería mejor hablar de "conocidos"?) Una verdadera amistad masculina es un lazo profundo y duradero que va a la esencia misma de lo que es o puede ser un hombre.
Para complicar aún más las cosas, en la sociedad actual muchas relaciones masculinas son abiertamente homosexuales, basadas en la mutua utilización como objetos de placer. Múltiples formas de entretenimiento público: películas, televisión y teatro, han aceptado la homosexualidad como algo normal, y han comenzado a proyectar a los hombres heterosexuales como tontos que viven a merced de las mujeres dominantes. Uno de los muchos efectos desagradables de esta perversión pública es el hecho de que cuando ven cualquier grupito de hombres adultos, al menos en algunos centros urbanos, se presume que son homosexuales.
A la vez, el creciente número de jóvenes americanos que proceden de hogares destruidos –donde el hombre ha dejado a su esposa-, sufren la ausencia de figuras masculinas que les sirvan de modelos. El gran número de sacerdotes católicos que han dejado el sacerdocio durante los últimos 30 años y los subsiguientes escándalos de abuso sexual también han contribuido al deterioro de fuertes amistades masculinas. Desilusionados por el abandono paterno o por el ejemplo de sacerdotes infieles a su vocación, se sienten incapaces de dar o recibir la confianza y el afecto saludable que es esencial en la formación de amistades profundas y duraderas.
Estas son, en breve, algunas de las causas y síntomas de FDS.
QUE ES LA AMISTAD?
Antes de entrar en consideraciones sobre el remedio, deberíamos considerar aunque sea brevemente, cuál es la esencia de la amistad, cómo la veían los antiguos y cómo fue elevada por el cristianismo a bien mayor que constituye un medio necesario y natural de evangelización.
La amistad es, por supuesto, un bien natural en sí misma, tanto como el ser humano es una criatura social. "No es bueno que el hombre esté solo". Esa observación bíblica se aplica no sólo al matrimonio sino también a las relaciones del hombre con sus congéneres. Toda persona humana, formada en la imagen de la Santísima Trinidad, existe en relación con otros y está definida por sus relaciones. Para la gran mayoría de los hombres, aparte de su matrimonio y su familia, las relaciones más importantes serán sus amistades con otros hombres. (Pueden también haber formas de amistad entre hombres y mujeres fuera del matrimonio, pero para un hombre comprometido para siempre a una vida de celibato apostólico o para un hombre comprometido con una mujer, estas amistades normalmente tienen que mantener una cierta distancia y reserva).
Podría decirse que la amistad es una relación social que se distingue por el mutuo afecto. El amor no exige necesariamente reciprocidad pero la amistad sí. Se requieren dos para forjar una amistad. El lazo que así se forma, representa sin duda alguna uno de los más nobles aspectos de la vida human. Presupone y estimula otras virtudes humanas, tales como el dar generosamente, la comprensión, la compasión, y el espíritu de colaboración. La verdadera amistad conlleva un "intercambio de dones".
Juan Pablo II ha usado esta expresión para describir lo que es el "diálogo", que, como nos lo recuerda, es uno de los principales medios de crear una amistad. No puede haber amistad sin comunicación, normalmente algún tipo de simple conversación, ya sea verbal o escrita.
Dos de los más grandes escritores de la antigüedad clásica le otorgaron el más alto valor a la amistad humana. Aristóteles nos dice en la Etica Nicomaquea: "Sin amigos, nadie puede escoger vivir, aunque tenga todos los otros bienes… Parecería imposible de veras ser un gran amigo de muchas personas; el amor idealmente es un exceso de amistad y puede sentirse solamente hacia otra persona; por tanto una gran amistad también puede sentirse por muy pocas personas". Pero Aristóteles no podía imaginar cómo el poder agregado de la divina gracia capacitaría a muchos hombres tales como los santos, a amarse unos a otros con el poder infinito del corazón de Cristo.
Cicerón, en su tratado sobre la Amistad, nos dice que "la amistad sólo puede existir entre hombres bueno, ya que no hay nada más amable que la virtud", y también que "lo único que puedo aconsejar es preferir la amistad a todas las otras cosas que humanamente se puedan alcanzar".
También los filósofos y los teólogos católicos nos hablan de la importancia de la amistad. San Agustín nos advierte en forma directa que "no se puede conocer a nadie, excepto a través de los amigos que tiene". San Ambrosio quien fue el mentor de San Agustín dice que "una amistad que llega a terminarse nunca fue una verdadera amistad". El Doctor Angélico, Santo Tomás de Aquino, en su tratado Sobre la Caridad señala que "La amistad perfecta no es para muchos… pero en la medida en que la amistad hacia una persona se perfecciona en relación con dicha persona, mientras más perfecto el amor que le tenemos, mejor podremos amar a los otros". Agrega asimismo en su comentario sobre la Etica Nicomaquea, que "Es justo que un amigo haga el bien a sus amigos, principalmente a aquellos que están más necesitados".
LA AMISTAD EN LA REVELACION
El ejemplo más notable y enternecedor de la amistad que nos da el Antiguo Testamento, es el de David y Jonatán, el hijo de su enemigo, el rey Saúl. El primer libro de Samuel (18:5) nos narra que después que David fue presentado a Saúl: "cuando había terminado de hablar con Saúl, el espíritu de Jonatán se unió al espíritu de David, y llegó a quererlo como a sí mismo". La elegía de Davíd sobre Saúl y Jonatán es uno de los más bellos poemas de la Biblia. Después que Jonatán murió durante la batalla que le permitió a David reclamar el reino, David exclamó: "Angustiado estoy por ti, Jonatán hermano mío! Con cuánta dulzura me trataste! Para mí tu cariño superó al amor de las mujeres"! (2 Sam 1:26).
Llegamos ahora a la revelación cristiana sobre la amistad y las relaciones, que comienza con el misterio supremo de nuestra Fe, la Santísima Trinidad. Creemos que Dios es Uno y Trino, y que las Tres Personas se definen por sus relaciones entre sí. De forma semejante podríamos decir que allí, entre las Tres Divinas Personas, existe la más sublime, perfecta y eterna "amistad", expresada eternamente y mediante la venida del Hijo de Dios, que nos es comunicada después en forma permanente por medio del Espíritu santificador: Amor dado, Amor recibido, Amor compartido.
Nuestro Salvador, Jesucristo nos dice: "Os he llamado amigos" . La amistad con Cristo es el objeto mismo de la vida del cristiano, ya que El es el camino, la verdad y la vida. Durante todos los años de su vida privada, creció como el centro y la razón misma de la Sagrada Familia, experimentando el amor humano y el afecto de María su Madre y de San José, su Padre Adoptivo. Cuando inició su vida pública, llamó a los doce apóstoles, quienes fueron no sólo sus discípulos más cercanos sino también sus amigos, con quienes a pesar de que naturalmente tenían defectos, compartió al máximo posible en esta vida.
Nuestro Señor mostró un amor sin paralelo por sus apóstoles igual al que sentimos nosotros por nuestros propios amigos. A los tres más cercanos: Pedro, Santiago y Juan les permitió presenciar tanto su momento más glorioso durante la Transfiguración como el más doloroso al comienzo de su Pasión durante la agonía en el Huerto de los Olivos. A menudo los corregía, pero siempre los perdonaba con la divina misericordia de su Sagrado Corazón, como perdonó la negación de Pedro. Incluso llamó a Judas amigo, segundos antes de que lo entregara con un beso. Brindó su amistad a José de Arimatea y a Nicodemo y con toda seguridad también se hubiera hecho amigo de Herodes y Pilatos si sus corazones no se hubieran endurecido.
En el ejemplo de los mismos Apóstoles vemos también muestras de amistad. Cuando reciben el llamado, desean ardientemente compartirlo con sus amigos. Andrés lleva a Pedro hacia Jesús. Felipe lleva a su amigo Nataniel y probablemente Juan lleva a su hermano Santiago. Después de Pentecostés, la Iglesia comienza a crecer rápidamente. Apenas 75 años después de la Resurrección, ya había en las principales ciudades del imperio romano, lo que ahora llamamos diócesis, así como obispos, sacerdotes y diáconos. Habían miles de familias cristianas de todas las clases sociales desde esclavos hasta miembros de la corte imperial. El crecimiento continuó durante los siguientes 200 años, todo el tiempo bajo la prohibición del imperio romano y en medio de persecuciones intermitentes cada vez más sangrientas. Definitivamente, ser cristiano no reportaba ventajas ni civiles ni sociales. Sin embargo ya en el año 313, mientras contaba con la adhesión de apenas un 10 por ciento de la población del imperio, la Iglesia naciente logró la tolerancia mediante el Edicto de Milán, y 75 años más tarde fue reconocida como la Iglesia oficial de Roma y la moral cristiana fue adoptada gradualmente como ley del imperio.
Todo eso fue la obra del Espíritu Santo. Sin embargo como Dios obra normalmente mediante causas secundarias, cabe preguntar: Cómo se logró esto en términos humanos?
LA AMISTAD APOSTOLICA
Primero reconozcamos cómo no sucedió. No sucedió porque hubieran seminarios diocesanos repletos, monasterios, órdenes religiosas y congregaciones. No sucedió porque hubiera un enorme sistema de escuelas parroquiales, secundarias, y universidades. No fue el resultado de algunos planes diocesanos de evangelización. Ni porque hubiera una amplia distribución de material catequético mediante libros, radio, televisión y la Internet. Tampoco se debe a la influencia de un excelente arte, arquitectura y literatura cristianas que estuvieran al alcance de todos. Tampoco fue el resultado de un sólido liderazgo pontificio y de las enseñanzas del magisterio.
Me apresuro a agregar que estoy a favor de todas las influencias arriba señaladas. Pero simplemente no existían en los primeros siglos del cristianismo, ni por muchos siglos sucesivos.
Sugiero entonces que el crecimiento del cristianismo primitivo en los primeros siglos, es el resultado de la misma influencia que va a ser la clave de la "nueva evangelización" del tercer milenio cristiano. Es el resultado de la oración, de la vida sacramental, de la conducta moral y las obras de caridad de personas y familias cristianas que comunicaban su amor a Cristo y su Iglesia a las personas que las rodeaban mediante la amistad.
El maravilloso ejemplo de caridad que dieron los primeros cristianos, principalmente su disponibilidad para arriesgar sus vidas cuidando a las víctimas de las plagas que azotaban en forma intermitente durante los primeros siglos de la era cristiana, sin lugar a dudas que tuvo un fuerte impacto en la evangelización. Al igual que la ejemplar vida moral de las familias cristianas. Sin embargo, sin la influencia personal de la amistad, todos los medios de evangelización y apostolado, por muy útiles y admirables que sean, hubieran sido ineficaces en gran medida.
La transformación de la cultura en sus diversos aspectos, que es una meta y también el resultado ineludible de la "nueva evangelización", debe darse en el mundo seglar. No puede lograrse dentro de los límites de estructuras quasi eclesiales. Esta transformación va a exigir un compromiso personal por parte de cada cristiano, de compartir su fe con sus vecinos, en el trabajo y en el variado mundo del deporte, la música, el gobierno, los medios de comunicación, arte, literatura, etc.
Como señalaba anteriormente, la amistad es un gran bien y un fin en sí misma. Si bien hay diversas formas para medir nuestro éxito en la vida en términos mundanos, y si bien reconocemos como cristianos que el éxito mundano no significa nada al momento del juicio particular, todavía hay una medida aplicable tanto en el ámbito natural como sobrenatural: el número de amigos que uno deja y la calidad de esas amistades. De modo que para calcular nuestro "valor neto", podríamos plantearnos una serie de preguntas:
Cuántos amigos sinceros tengo?
Cuántos amigos darían su vida por mí y yo por ellos?
A cuántas personas puedo acudir y abrirles mi alma y mi corazón con absoluta confianza?
Si muriera hoy, a cuántas personas les importaría, me echarían de menos por más que unos pocos días? Cuántos vendrían a mis funerales?
Cuántas vidas han cambiado en forma positiva gracias a mi amistad?
Cuántas personas se reconciliaron, se convirtieron o crecieron en la vida de la Iglesia a causa de mi amistad?
Finalmente, constituyen mis amistades una parte fundamental de mi vida de oración? Converso con el Amigo sobre mis amigos, pidiendo por sus necesidades y procurando comprenderlos mejor?
EL EJEMPLO DE LOS SANTOS
Todos los santos de una u otra forma constituyen modelos de amistad apostólica. Sin embargo en mi opinión, el mejor modelo en este aspecto, al menos para los hombres católicos es el patrón de los abogados, políticos y estadistas: Santo Tomás Moro. Sin lugar a dudas fue el hombre más grande en su momento, a comienzos del Renacimiento europeo en el siglo XVI. Un jurista de primera y abogado corporativo, desempeñaba el cargo más alto de su patria como Canciller de Inglaterra. Un gran hombre de letras, era a la vez un agudo defensor de la fe contra las herejías de Lutero. Era un excelente hombre de familia, amado por su esposa y sus hijos, y tenía una profunda vida sacramental y de oración que practicaba cotidianamente en medio de su vida familiar y de su trabajo profesional.
Sin embargo, para efectos de este artículo, lo que más resaltaba en él era su don de la amistad. Muchas importantes figuras religiosas, científicas y literarias de Europa en su día lo conocían y lo querían, incluyendo no pocos con los que tuvo serios desacuerdos. Cuando visitaban Inglaterra, hacían un esfuerzo especial para pasar la mayor cantidad de tiempo que podían con Tomás Moro y su familia. Su influencia personal perdura hasta nuestros días a través de las biografías, películas y obras de teatro que continúan retratando esta vida extraordinaria que vivió con tanta normalidad aparente. No fue solamente un "hombre para todos los tiempos" sino un individuo perfectamente balanceado que puso siempre su oración, su familia y sus amigos por encima de otras preocupaciones. Pudo por tanto entregar voluntariamente su vida y aún con buen humor cuando prácticamente todo el mundo a su alrededor traicionaba a Jesucristo y a su Iglesia.
Permítanme señalar otro modelo de amistad en un hombre que está todavía entre nosotros: Karol Wojtyla. No me cabe duda alguno que un día se va a escribir un libro titulado Las amistades del Papa Juan Pablo II. A lo largo de su pontificado, tanto en el Vaticano (en comidas o en audiencias privadas) y en sus numerosos viajes apostólicos, el Santo Padre ha encontrado siempre el tiempo para sus amistades personales, algunas de las cuales se remontan a su infancia, a sus años de estudiante universitario, del seminario, como sacerdote, obispo y cardenal. Si se pudiera señalar un hombre que pueda decir que su trabajo no le deja tiempo para amistades, ese sería el Papa. Sin embargo él siempre encuentra el momento; conoce el valor de la amistad. Cuántos cienes o miles de personas pueden decir que son amigos personales del Papa?
COMO SER UN AMIGO
Una vieja expresión dice que para hacer un amigo, hay que ser un amigo. Es importante distinguir entre "conocidos", de los cuales podremos tener cienes o miles, y "amigos". La palabra amistad es sagrada, plena de significado, y no se emplea a la ligera. Idealmente una amistad es para siempre.
Ser amigo exige pasar tiempo con el otro. No hay atajos. Ya sea en la comida, en intereses comunes, distracciones o aun durante una peregrinación, necesitamos compartir lo que somos y dar de lo que tenemos, para poder recibir lo mismo del amigo.
Claro que la amistad puede crecer por medio de la correspondencia, pero de alguna manera tenemos que estar "presentes" para nuestros amigos. Realmente no se puede hablar de verdadera amistad hasta que hemos abierto las más profundas interrogantes humanas: quién es el ser humano, de dónde viene, para dónde va, el sentido de la vida, el valor del sufrimiento. Los amigos verdaderos conversan acerca de lo que es más importante para ellos: fe, familia, trabajo. Y esta exploración de tópicos serios ayuda a convertir las amistades en amistades apostólicas. Amistades así llevan a los hombres a crecer y a transformarse en Cristo, con el ineludible resultado de crear a su alrededor una atmósfera cristiana (grande o chica). Amistad significa también amar a nuestros amigos con todos sus defectos; los perdonamos si es necesario, y los corregimos, aunque sea por amor, de vez en cuando.
La sólida amistad masculina debe revivirse si es que los hombres católicos y su progenie quieren alcanzar la santa y ambiciosa tarea de este milenio naciente: construir la civilización de la verdad y el amor en el siglo 21. El futuro de este país como estado, sociedad y cultura depende de ello. Como la única superpotencia que queda hoy en el mundo, la influencia americana es enorme, para bien o para mal. Creo que los Estados Unidos o se vuelve un país mayoritariamente católico en el curso de este siglo o deja de existir (al menos en la forma que ahora lo conocemos), y que el apostolado de la amistad personal es la clave de la transformación de nuestra sociedad.
Sin duda alguna necesitamos muchos obispos y sacerdotes santos, valientes y celosos, que prediquen la palabra de Cristo y administren sus sacramentos, bajo la profunda influencia del mensaje del Concilio Vaticano II y su interpretación auténtica. Me siento confiado que los vamos a tener. No obstante, el Evangelio será diseminado más eficazmente desde la sociedad y no desde el santuario de las parroquias locales, sino por medio de la amistad.