Iglesia Universal, Aldea Global

por el Padre John McCloskey

Hace poco tuve el honor de dar una charla a los miembros de las Cámaras del Parlamento en Londres, junto con otros escritores y periodistas católicos, sobre el interesante tema: "La Iglesia Católica y la Aldea Global".

Fue fácil inspirarse al cruzar la Puerta de San Esteban y el Gran Salón donde los mártires Sto. Tomás Moro y San Edmund Campion fueron condenados a muerte por su fe. Felizmente les informo que al terminar la charla salí vivo , aun cuando algunas de las preguntas resultaron bastante desafiantes.

Naturalmente que la Iglesia, siendo la institución universal por excelencia, otorga alta prioridad a la comprensión de la globalización. El Santo Padre ha formulado varios comentarios sobre este tema en los últimos años. A juzgar por las palabras del Santo Padre, la Iglesia reconoce claramente que la globalización no se está yendo para ninguna parte, salvo que ocurra un cambio climático cataclísmico (Pasado mañana?) o una guerra nuclear. O la Segunda Venida, yo agregaría.

La respuesta de la Iglesia a la realidad de la globalización es que "el ser humano debe constituir el centro de todo orden social y civil, de cada sistema de desarrollo tecnológico y económico". Dice el Santo Padre: "No me motiva ninguna otra preocupación que no sea la defensa de la dignidad humana, y por ninguna autoridad que no sea el Verbo Divino". Si bien la Iglesia institucional ha funcionado por medio de la diplomacia a lo largo de los milenios, queda claro que la principal influencia de la Iglesia en el fenómeno de la globalización será mediante la libre actuación e influencia de más de mil millones de católicos.

Sin la influencia del catolicismo, el resultado neto de la globalización bien podría ser un sistema cuasi totalitario de gobierno mundial, que inevitablemente llevaría a la exaltación de los ricos y a la explotación de los pobres, o bien un sistema caótico de libre mercado para todos, con las multinacionales compitiendo por su porción del mercado. Cualquiera de los dos escenarios llevaría seguramente a imponer una especie de fundamentalismo secular que no dejaría espacio para la religión en el debate público.

Esta situación bien podría conducir a lo que Juan Pablo II llama en su encíclica El Evangelio de la Vida, un "nuevo totalitarismo". Hay otra posibilidad, por supuesto, bastante remota pienso yo, que sería un mundo controlado por un Islam resurgente en su forma más extrema.

En este punto de la historia, hay en el mundo solamente dos instituciones globales y un estado-nación que tienen una cierta hegemonía de diferentes tipos. Una es las Naciones Unidos, y la otra la Iglesia Católica Romana. Los Estados Unidos podrían ser una tercera, pero los imperios vienen y van, y no está totalmente claro que los Estados Unidos van a ser permanentemente la única superpotencia mundial. La India y la China con sus enormes poblaciones están haciendo rápidos avances económicos.

Hablemos primero de las Naciones Unidas. La fuerza de las Naciones Unidas está basada en la visión de sus fundadores después de la Segunda Guerra Mundial y en su constante participación en los asuntos de sus países miembros. Ha demostrado su ineficiencia al menos en parte, en la resolución de disputas entre países, la mayoría de las cuales han culminado en violentos conflictos. A la vez, es bastante efectiva en sus labores de ayuda en situaciones de guerra o de desastres naturales, lo que viene a ser la principal razón para su continuidad.

No obstante se han formulado algunas propuestas, al menos en los Estados Unidos, para constituir otro organismo a nivel mundial, que estaría constituido por las democracias que se separen de las Naciones Unidas. Los miembros de las Naciones Unidas incluyen en gran medida dictaduras, de hecho o de derecho, lo que con frecuencia imposibilita un diálogo auténtico y la adopción de acuerdos viables.

El teólogo belga católico Michel Schooyans está preocupado porque teme que la ONU se puede convertir en un vehículo para una visión atea del mundo con ribetes de Nueva Era. Sus temores están justificados por la creación de un Convenio sobre la Tierra (en vez de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre de 1948), el cual está bajo estudio en la ONU, que promovería "la creación de una única nueva religión mundial, que conllevaría la prohibición inmediata del proselitismo por parte de todas las otras religiones".

Resulta claro que hay muchos poderosos interesados en aumentar considerablemente los poderes globales de la ONU en detrimento de la libertad religiosa, del principio de subsidiariedad y del papel central de la familia. Quizás a la Iglesia Católica le tocará enfrentar sola esta concentración de poder en un gobierno mundial que huele a totalitarismo.

Es quizás por esa razón que la Iglesia continúa su labor en la ONU, principalmente para levantar la voz católica, y también para mantenerse alerta sobre los posibles intentos de hegemonía global vía gobierno mundial, más que porque exista alguna esperanza real de que la ONU con su constitución actual, pueda tener alguna efectividad.

En lo que se refiere a los Estados Unidos, " la verdadera cuestión es si van a seguir la ruta de Europa en el proceso de descritianización y suicidio continental por medio de la contracepción, la esterilización y el aborto, o si van a resistir y ganar las actuales guerras culturales. El cristianismo ortodoxo está vivo y coleando en los Estados Unidos, y creciendo, aún cuando el país está polarizado. Los Estados Unidos al igual que Europa pero en menor grado, sufre de lo que el afamado pensador americano Francis Fukuyama califica del "gran descalabro".

Señala que en Occidente se han desintegrado las estructuras tradicionales de la familia a causa de la píldora anticonceptiva introducida a comienzos de los 60s y la declinación demográfica de las poblaciones nacionales en el mundo desarrollado debido a los anticonceptivos y por consiguiente, la necesidad de aumentar la inmigración. "La creciente diversidad cultural que esas dos tendencias provocan, levantan dudas sobre el nivel de pluralismo que las culturas occidentales puedan alcanzar sin llegar al punto de ruptura". Sin embargo en los Estados Unidos la mayoría de la inmigración proviene de los países católicos de América Latina y del Asia Católica: Filipinas, Vietnam y China. Los inmigrantes que llegan a Europa son principalmente turcos, musulmanes e hindis, cuya religión y cultura no son occidentales, por cierto.

El enorme poder de las multinacionales afecta a estas instituciones seculares. Las multinacionales en teoría están manejadas en parte por sus socios o por los consumidores que usan sus productos. En realidad, sus juntas directivas, sus principales accionistas o sus ejecutivos tienen una fuerza que es cada vez, más independiente de los gobiernos nacionales. Hace poco leí que de las 200 entidades económicas globales en términos de valor neto, 40 son multinacionales, mientras que el resto son estados-naciones. Muchas de esas 40 multinacionales figuraban muy arriba en los niveles de clasificación. Cómo ubicarlas bajo algún tipo de gobierno que no sea en forma fragmentada, constituye un tema de serio debate.

Muchos factores se deben tener en cuenta para explicar la globalización pero el más notable ha de ser la capacidad de comunicación cada vez mayor. La comunicación entre las distancias comenzó con los carruajes, caballos y caminos, siguió luego la imprenta, el telégrafo, el teléfono, la radio y TV, y ahora ha llegado la Internet y la red mundial y ya ni se sabe cuál será el próximo desarrollo. Los cristianos nos complacemos con las posibilidad de lo que el Santo Padre ha mencionado en su Carta Apostólica del Nuevo Milenio (El Nuevo Milenio que comienza), cuando se refiere a la "Nueva Evangelización" y la necesidad de que todos los cristianos salgamos y vayamos a lo profundo (Duc in Altum), a pescar hombres.

Creo que deberíamos contemplar esta realidad desde un punto de vista sobrenatural.

Al finalizar su vida terrena, Nuestro Señor instruyó a los Apóstoles y a nosotros a ir y predicar el Evangelio. Algún tipo de globalización saludable nos ayudaría a difundir la Buena Nueva, a la vez que proteger las cosas en las que el Papa insiste: solidaridad, el bien común, la dignidad de la persona humana. Le presta al menos la oportunidad a todos los hombres y mujeres y a sus familias de oir y responder al Evangelio que se les predica. Una mayor interdependencia debería promover la solidaridad cristiana de que habla el Santo Padre.

Hace algunos años tuve una conversación con el Nobel de Economía, el británico Robert Mundel, quien por cierto no se considera cristiano. Me dijo que el catolicismo sería por cierto la religión global del Cristianismo, en razón de su historia, con su núcleo dogmático y sus enseñanzas morales que servirían como un Standard de oro para el mundo religioso.

Así que, si bien el mundo se ha reducido a una aldea global, la misión y el crecimiento de la Iglesia continuará dependiendo de los medios sobrenaturales de la gracia sacramental y la oración que brotará en un mayor servicio para todos, especialmente para los más necesitados. Por cierto que gracias a la globalización y a la productividad y a la implantación de las enseñanzas del último gran Concilio Ecuménico a través de la óptica del histórico pontificado de Juan Pablo II, podría llevar a la Iglesia al más grande período histórico de crecimiento tanto en número como en santidad.

Hace muchos años, siendo estudiante, leí un libro titulado Entendiendo a los Medios de Comunicación, por Marshall McLuhan quien es un católico convertido.

Su conversión fue el resultado de haber leído el libro de G.K. Chesterton "Qué anda mal en el mundo". Quizás McLuhan fue la primera persona que vió lo rápido que el mundo se estaba acercando principalmente a través de los medios de comunicación. El acuñó el término "El Medio es el Mensaje" y "Aldea Global".

Creo que solamente la Iglesia sabe qué es lo que anda mal en el mundo, y su mensaje será el mejor medio o remedio para resolver los múltiples problemas de la aldea global de nuestro siglo.