En Busca de los Catolicos Alejados

por el Padre John McCloskey

Una de las misiones monumentales que enfrenta la Iglesia Católica en los Estados Unidos en el tercer milenio es la recuperación de nuestras ovejas perdidas ayudándoles a volver al redil. Llamamos católicos recuperados a aquellos que han regresado después de haberse alejado de la Iglesia, y hay millones de estos hijos pródigos. Nosotros debemos ser para ellos como el padre misericordioso que corre en busca de ellos, los encuentra a mitad del camino y luego los acompaña al hogar y al banquete sacramental. Somos los Técnicos Médicos de Emergencia para la fe, llamados a suministrar resucitación cardíaca. También debemos prepararnos para dar cuidados de rehabilitación a largo plazo. Providencialmente, nuestros familiares, amigos o colegas que se han alejado de la fe, están solamente a la distancia de una buena confesión para culminar su reconciliación con Cristo aquí en la tierra: A un parpadeo nada más de la amorosa acogida del Padre en su brazos. Tenemos que estar con ellos hasta el final, con nuestras oraciones, sacrificios y amistad. Del Purgatorio nos preocuparemos más tarde. La Iglesia nos da los medios para auxiliar a las almas aún después del juicio particular.

"Porque el Hijo del hombre ha venido a salvar lo perdido…Si uno tiene cien ovjas y se le extravía una, no dejará las noventa y nueve e irá en busca de la extraviada? Y si logra hallarla, cierto que se alegrará por ella más que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda ni uno solo de estos pequeñuelos" (MT 18:14). El Catecismo de la Iglesia Católica no trata sobre la pérdida de estos católicos ni aconseja cómo buscar que regresen. Quizás eso se deba a que la Iglesia debe confiar en el espíritu apostólico de sus hijos e hijas para recogerlos en nuestras redes antes que se pierdan para siempre.

Tenemos toda razón en confiar que en algún momento en el nuevo milenio, entraremos en lo que el Santo Padre Juan Pablo II llama una "nueva primavera". Anticipamos que en nuestro país se dará una nueva evangelización, movimiento que de hecho ya ha comenzado. Basta con mirar a la amplia variedad de iniciativas católicas en el campo de la educación, el periodismo y la vida familiar para convencernos de ello. Cienes de miles abordan gozosos la barca de Pedro (V. los folletos 197 y 209 de publicaciones Scepter) que deja en evidencia el enorme crecimiento en las conversiones al catolicismo en los últimos años, que han recibido su preparación a través de los programas diocesanos RICA (Rito de Introducción al Catolicismo para Adultos). También un número cada vez mayor de personas reconocidas en los diversos ámbitos profesionales están abrazando la Fe públicamente. En las próximas décadas veremos un aumento significativo en las vocaciones sacerdotales de jóvenes selectos, revirtiendo así los 35 años de declinación en los Estados Unidos. Si bien un poco tarde la Iglesia en este país se unirá al resto de la Iglesia donde se ha registrado un aumento en las vocaciones durante el Pontificado de Juan Pablo II. Por ejemplo en Africa y el Sureste de Asia las vocaciones han aumentado en un 300% . Estos sacerdotes poseerán una piedad profunda, sana doctrina y celo por las almas y tendrán la visión del Concilio Vaticano II implementada por el Papa Juan Pablo II (V. folleto Scepter # 211). Sin embargo como Nuestro Señor lo deja implícito, esta futura "civilización del amor" no llegará a su cumplimiento completo hasta que el Padre Celestial haya recibido de regreso en casa a muchos, sino la gran mayoría de las ovejas perdidas. El Padre las ama nos dice el Buen Pastor, aún más que a aquellos que han permanecido fieles. Qué misericordioso es nuestro Dios con sus hijos¡ Cuenta con nosotros para que seamos Sus instrumentos en esta gran tarea y El los quiere a todos de vuelta.

Veamos la presente situación. De aproximadamente sesenta millones de católicos, sólo el 25% aproximadamente practican su fe asistiendo a Misa los domingos en forma regular y confesándose todos los años. Los otros 45 millones de católicos son tibios (Ya sabemos lo que dijo el Señor de los tibios¡). Simplemente son católicos "sacramentales" en los momentos clave de su existencia: bautismo, matrimonio, vela y funeral (nacidos, reproducidos y despachados). Desde luego que deben haber millones de ex católicos que ni siquiera figuran en las cifras. No estoy haciendo referencia aquí al típico estudiante universitario o joven adulto que se hace "cuestionamientos" o se toma una "vacación" de las prácticas católicas -el que decide ir tras los placeres de la inmoralidad, joven y sano sempiterno, hasta que el matrimonio y la familia lo despiertan de su sueño Cartesiano y enfrenta la realidad del trabajo y los hijos. No me estoy refiriendo al católico acomodado en su sofá, carente de fuerza de voluntad para arrepentirse y cambiar de vida por el momento. Prefiere dejar para más adelante su confesión hasta un poco antes de morir y pasar por el Juicio Final, según llegue primero lo uno que lo otro. Una desagradable sorpresa puede estar esperándolo.

Sin embargo muchos otros millones de personas aparentemente han abandonado la Iglesia clara y definitivamente. No profesan la fe ni viven una vida de sacramentos y oración. No rigen su conducta de acuerdo a las enseñanzas de la Iglesia o consideran que estas enseñanzas son demasiado autoritarias o divinas. Otros simplemente se dejan llevar dentro de una existencia burguesa americana que se reduce a trabajar durante la semana, y a divertirse por las noches y los fines de semana. Las vacaciones anuales sirven nada más que para buscar otros placeres en otros sitios y así continúan hasta que la muerte los separa. Otros profesan un credo superficial y asisten a los cultos de iglesias protestantes liberales (es como abordar un barco que se está hundiendo). Millones de otras personas se han afiliado a grupos evangélicos y fundamentalistas, sectas y cultos extraños o enormes iglesias independientes. Al descubrir el vacío que hay en sus vidas buscan como llenarlo abrazando las diversas formas de tendencias religiosas no católicas. Este movimiento se enmarca dentro del gran espíritu subjetivo de la cultura americana en que el individuo es el único árbitro de la Sagrada Escritura y de su propia conciencia. El estilo de vida americana consiste en "venerar al Dios que uno escoja", según dijo uno de nuestros presidentes, así como la mítica separación de Iglesia y Estado. Como lo habría dicho Walt Whitman nuestro poeta americano por antonomasia, "Se cantan y se alaban a sí mismos".

Estoy seguro que todos los lectores de este artículo tienen algún amigo, familiar, colega o conocido que cabe dentro de una de estas categorías. Cuántas lágrimas se habrán derramado, cuántos corazones se habrán destrozado, cuántas voces se habrán alzado, cuántas noches de insomnio, matrimonios destruídos y familias separadas desde la década de los 60's cuando literalmente millones de católicos desertaron de la Iglesia. Muchos se han alejado, como dicen "después de doce años de educación católica" y pareciera que se han despojado de sus creencias con la misma facilidad con que se quitan los zapatos. Creo que este éxodo no tiene precedentes en la historia de la Iglesia. Es claro que enormes cantidades de católicos se perdieron como consecuencia de las persecuciones y martirios en el imperio Romano antes de proclamarse el Edicto de Milán. Otros desaparecieron en grandes grupos durante las jihads Islámicos que tuvieron lugar en el Oriente Medio y en el Norte de Africa. Otros millones se perdieron =aunque nunca se sabrá con exactitud= bajo el despiadado regimen ateo y comunista de China. La situación en los Estados Unidos y en otros países de habla inglesa es sin embargo única en tiempos de paz, comparada con otros países de grandes poblaciones católicas. Lo que es especialmente penoso para los que tienen una perspectiva histórica es ver cómo los sacrificios de aquellas generaciones de católicos fieles que vivieron y transmitieron su Fe bajo circunstancias difíciles, ven ahora que sus descendientes la echan a un lado. Ellos vivieron su fe con heroismo sólo para ver desde su perspectiva de la vida eterna, cómo sus descendientes la descartan como 'irrelevante'. Podemos consolarnos pensando que estos fieles católicos de seguro están intercediendo ante Dios por sus hijos y los hijos de sus hijos. Dios ha de escucharlos.

Examinemos la causa de estas deserciones. En temas sobrenaturales debemos buscar como entender la raíz del problema. Hay que atender la enfermedad, no sus síntomas.

Por qué estas personas han abandonado la Iglesia ? Primero que todo, es un misterio ya que no podemos asomarnos en sus mentes o en sus corazones. En última instancia ellos son responsables ante Dios por sus decisiones. No obstante el Catecismo nos proporciona algunas claves: "El desconocimiento de Cristo y de su Evangelio, los malos ejemplos recibidos de otros, la servidumbre de las pasiones, la pretensión de una mal entendida autonomía de la conciencia, el rechazo de la autoridad de la Iglesia y de su enseñanza, la falta de conversión y de caridad pueden conducir a desviaciones del juicio en la conducta moral" (CIC 1792). Esto nos debe quedar absolutamente claro, a la vez que mantenemos un espíritu de comprensión, misericordia y perdón. La mayor parte de las personas que se alejan de la Iglesia lo hacen debido a faltas morales. No están preparados para someter sus pecados al juicio y a la misericordia de Dios y de la Iglesia por medio del sacramento de la Penitencia. Esta renuencia a pedirle perdón a Dios por haberlo ofendido, conduce a la racionalización y a la autojustificación. Con el tiempo, esto lleva a la pérdida de las virtudes de fe, esperanza y caridad, necesarias para alcanzar la vida eterna. La ignorancia religiosa puede mitigar la culpabilidad por estas faltas morales. Y esta ignorancia religiosa es el resultado de décadas de descuido por parte de los fieles en su deber de catequizar. Recordemos que Dios no nos pide que juzguemos sino que llamemos y demos comprensión y acogida a los que regresan a la fe. Reconociéndonos pecadores, esto no nos debería de sorprender. Es nuestro deber orar constantemente primero por la conversión de sus corazones. Las mentes vendrán a continuación.

Desearía enfatizar en primer lugar la importancia de tener una legítima relación de amistad con la persona, aún cuando se trate de un familiar. La palabra 'amistad' posee un significado especial como 'la sincera donación de uno mismo' al otro. La verdadera amistad significa compartir siempre lo mejor que tenemos sin reserva alguna. Para los católicos esto significa compartir a Cristo y su Iglesia. Lo único que nos ha de interesar es la felicidad de nuestro amigo aquí en la tierra y su destino en la vida eterna, sin motivos ulteriores o agendas secretas. No venimos a juzgar o condenar, analizar o despreciar sino a ayudar a un amigo. En última instancia la existencia de la Iglesia tiene por objetivo perdonar los pecados aplicando los méritos de Cristo por medio de los sacramentos. Lo que queremos es que ellos lleguen a creer que en verdad 'la vida es Cristo y la muerte es ganancia'.

Quizás la mejor manera de ayudarle a nuestro amigo a regresar a la Iglesia sería preguntarle durante una conversación amistosa por qué se alejó de la Iglesia en primer lugar. Ya sabemos por supuesto que en realidad no existen 'buenos motivos' para abandonar la Iglesia. Sin embargo abundan los malos motivos y nuestro amigo seguramente nos dará unos cuantos. Habrá que atender sus respuestas cuidadosamente, diagnosticando sus motivaciones con mucha paciencia. Se trata de razones intelectuales o morales, o es simple ignorancia? Probablemente nos dará un conjunto de emociones normales tales como la ira, el rencor, los resentimientos personales, los sentimientos heridos y supuestos menosprecios. Todas estas reacciones irán acompañadas de excusas desgastadas y racionalizaciones. Usted como yo las hemos escuchado todas. Su amigo debe saber que usted lo comprende perfectamente a la vez que defiende el Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia, sin concesiones.

Escúchelo hasta el final, aunque tome muchas horas y numerosas conversaciones, y sólo entonces podrá comenzar a hablarle de sus problemas u objeciones. Esto lo podrá hacer después de haber meditado seriamente sobre el tema durante la oración y de haber implorado la guía del Espíritu Santo. El propósito es que usted esté en condiciones de hablar con convicción acerca de 'la razón de la esperanza que hay dentro de usted'. En su amigo esta esperanza está perdida por el momento. Probablemente sea necesario que estudie las enseñanzas específicas de la Iglesia sobre las cuales su amigo tiene objeciones, de manera que se las pueda explicar en forma clara y atractiva. Sería bueno que consultara también con un católico bien ilustrado que lo guíe en la dirección correcta acerca de las fuentes a qué acudir y que le dé la sabiduría de su propia experiencia en el rescate de las ovejas perdidas. Hemos de presumir que hay algo de buena fe de parte de su amigo, que esté en disposición de escuchar al menos parcialmente, lo que usted le diga. Su mente y su corazón deben estar abiertos a la posibilidad de que quizás ha escogido el sendero equivocado. Su disposición va a depender en gran medida del grado de su amistad con usted y de lo que el Cardenal Newman llamaba su 'influencia personal'.

Lógicamente va a prestar mucha más atención si ve en usted a un católico feliz y bien ajustado. Claro que va a notar sus defectos y fragilidades humanas pero igualmente quedará impresionado por sus esfuerzos en vivir una ejemplar vida cristiana. Observará la conexión entre la vida interior y la vida exterior de un católico observando su vida de oración, confesiones frecuentes, asistencia a Misa y lecturas bíblicas. Entre las personas que potencialmente regresarían a la Iglesia se oye la queja de que hay 'hipocresía' en la vida de los cristianos. Y a veces tienen razón. Debemos tratar de ayudarles a entender que la mejor forma de juzgar una institución es fijándonos en las personas que tratan de vivir de acuerdo a sus ideales y no en las personas que no lo hacen. Esa es la razón por la que la Iglesia nos propone a los Santos como los modelos de la institución. Con la gracia de Dios ellos han imitado a Cristo en esta vida y no sin tremendas luchas. La santidad es la descripción del trabajo de los cristianos serios. Si nuestro amigo mira que la santidad es nuestro ideal, pondrá mucha atención y el Espíritu Santo actuará por nuestro medio para llevarlo al camino del arrepentimiento.

Gradualmente deberá reintroducirse a la práctica de los sacramentos y la liturgia católica. Llévelo a Misa; a visitar al Santísimo, explíquele el significado de las costumbres católicas y de los sacramentales. A lo mejor nunca vivió ni entendió estas prácticas. Procure que tenga buenos libros y folletos católicos. Introdúzcalo a páginas de Internet como catholicity.com, ewtn.com y catholic. Com. Cada vez hay más programas católicos de radio y televisión. Estos medios responderán muchas de sus interrogantes y le revelarán, a menudo por primera vez, el 'esplendor de la verdad'. Preséntele también a sus amigos católicos devotos en ocasiones sociales y familiares.

A medida que usted ahonda en su vida y él se abre más, podría encontrarse con una situación marital pasada o presente que necesita solución. A lo mejor nunca se ha confesado ni ha recibido la Primera Comunión o la Confirmación. A lo mejor ha participado en abortos o ha estado involucrado en brujería u ocultismo. Quizás sea necesario referirlo a un buen psicólogo o psiquiatra católico. A lo mejor sus problemas necesitan un enfoque de grupo.

Al igual que usted, yo me he encontrado en este tipo de situaciones y muchas otras en relación con amigos y familiares que potencialmente regresarían a la Iglesia. El demonio ha tenido mucho éxito en el siglo 20 y ha dejado su horrible marca por todos lados en nuestra 'cultura de la muerte'. No haga suposiciones en el caso de su amigo. La única realidad es que es una oveja perdida. Jesús está deseoso de traerlo de regreso al redil, no importa lo mucho que se haya alejado o lo bajo que haya caído. No muestre sorpresa por nada. A no ser por la gracia de Dios a cualquiera le puede pasar lo mismo.

Llegará el momento en que él 'deba presentarse al sacerdote' como nos dice el Evangelio. Procure encontrar un sacerdote amigo suyo, que esté ansioso de oir confesiones, otorgar dirección espiritual y abrazar a este hijo pródigo. Sería bueno que le dé los detalles de cómo su amigo llegó hasta este punto. Deje después que aplique la gracia salvífica de Dios en este Sacramento de la Reconciliación y cualquier otro Sacramento que necesite para regresar a Casa.

Qué pasa si sus esfuerzos no dan fruto, y su amigo por cualquier variedad de malos motivos continúa alejàndose de Dios, encaminándose a su perdición? Su actitud debe ser que nada está perdido hasta que se pierde. Continúe orando, sacrificándose, dando buen ejemplo, que su amigo sepa que usted lo ama incondicionalmente en el Señor. Usted deberá estar siempre allí presente, para él. Dios nos ha dicho que nos dará lo que pidamos en oración, y nosotros estaremos pidiendo para que nuestro amigo vuelva al redil. El Señor nos responderá en su tiempo y en su forma. Si bien el regreso de una oveja perdida nos regocija profundamente, sabemos que hay millones más que atraer. Por el momento tendremos la santa satisfacción y el consuelo de las palabras de la Escritura en la Epístola de Santiago 5:18=20: " …Hermanos míos, si alguno de vosotros se extravía de la verdad y otro logra reducirle, sepa que quien convierte a un pecador de su errado camino salvará su alma de la muerte y cubrirá la muchedumbre de sus pecados." Aunque fuera sólo por egoísmo, esta promesa es un incentivo poderoso para continuar la búsqueda de las ovejas perdidas.

En estos años cercanos al Año Jubilar 2000 el Espíritu Santo está especialmente activo. Muchas personas están llegando a la conclusión que estamos ante una disyuntiva final: O Dios o Yo. Como decía San Josemaría Escrivá: "El Señor nos ha mostrado este refinamiento de Amor: nos ha permitido que conquistemos el mundo para El. El es siempre tan humilde que ha deseado limitarse a hacerlo posible… A nosotros nos ha dado la parte más agradable: entrar en acción y ganar la victoria". Para nosotros la parte más agradable es actuar como instrumentos de Dios y llamar al abrazo del Padre a los católicos alejados.