Buscando Conversiones
por Padre John McCloskey
El Catecismo nos recuerda que todos los católicos debemos preocuparnos constantemente por buscar nuevas conversiones a nuestra Fe: El verdadero apostolado busca ocasiones para anunciar a Cristo con su palabra, tanto a los no creyentes… como a los fieles (#905). Cómo lograrlo? Uno por uno. Dios derrama su gracia salvadora de mil maneras, pero normalmente nos pide, y aún podríamos decir, desea, la colaboración voluntaria de sus hijos e hijas en esta feliz tarea. Nuestra tarea es ganar conversiones y no hay trabajo más arduo y satisfactorio que salvar almas. Dietrich von Hildebrand, famoso filósofo convertido al Catolicismo, decía que deberíamos considerar a todas las personas como católicos in re (de hecho) o in spe (potenciales). Yo estoy de acuerdo.
Admitámoslo. De vez en cuando pensamos qué hermoso sería compartir con nuestro prójimo, nuestros amigos, nuestras familias, y colegas, la plenitud de nuestra Fe en la Iglesia Católica¡ No se admiten excusas aquí (excepto en el sentido de Pro Vita Sua), muchas gracias. Quizás alguno de ustedes ha tenido la fabulosa experiencia de ser el padrino o el patrocinador de algún amigo a quien, por la gracia de Dios ha guiado hacia la Iglesia. Entonces ya conoce la alegría que llena el corazón al sentir que somos un instrumento de Dios. Las únicas alegrías comparables son el matrimonio, la paternidad y la acción en Persona Christi de los sacramentos de la Iglesia por un sacerdote.
Siempre es causa de santa celebración, cuando un amigo se bautiza o ingresa en la comunión completa con la Iglesia, pero es aún mayor el gozo en las circunstancias actuales de nuestra cultura y en este momento eclesial en el que estamos al inicio del tercer milenio de la Era Cristiana. Estamos rodeados de la cultura de la muerte donde tantas personas están carentes de verdadero significado en sus vidas. No creo que haya habido alguna vez en la era Cristiana una sociedad más solitaria, carente de gozo y propósito que la actual, una sociedad que realmente no tiene nociones de adonde va, una sociedad que parece haberlo ganado todo en el mundo pero que ha olvidado la existencia de su propia alma… Por otra parte, cabe preguntarse si ha habido alguna vez un Romano Pontífice a la cabeza de la Iglesia que haya proclamado el Evangelio en forma tan incesante y esperanzadora y con tal plenitud en todo el mundo, atendiendo de manera tan total, las ansiedades y esperanzas de este mundo caído pero redimido.
El crecimiento constante de la Iglesia naciente durante los primeros tres siglos hasta el Edicto de Milán a comienzos del cuarto siglo, se produjo por medio del testimonio y la influencia personal de miles de cristianos y sus familias. Al correr de más siglos, los ideales cristianos puestos en práctica por las personas y las familias, fue gradualmente transformando Occidente en una forma de cultura cristiana que conocemos como la Edad Media. En nuestros tiempos, luego de la disolución gradual de dicha cultura, en parte a través de eventos históricos tales como la Reforma, la era de la Ilustración y los conflictos titánicos de ideas e ideologías de los últimos dos siglos (Darwinismo, Marxismo, Freudianismo y otros), nos toca a nosotros hacer lo mismo. El éxito parcial de estas diversas herejías e ideologías en la escena mundial se ha debido en parte al hecho que un porcentaje grande de laicos católicos durante los últimos siglos, han estado ausentes del combate en el sentido apostólico, contentos en su ignorancia y dejando que el clero y los religiosos hicieran el trabajo pesado.
En este artículo pretendo dar algunas ideas, basadas principalmente en mi propia experiencia, sobre cómo se puede diseminar en forma más efectiva el don de la fe por medio del ejemplo y la amistad, o sea lo que el Cardenal Newman llamaba el apostolado de la influencia personal. A medida que rápidamente nos encaminamos a cruzar el umbral de la esperanza en el tercer milenio, despojémonos en este momento histórico de nuestra timidez, de nuestro temor, y dejemos que nuestra luz brille no sólo debajo de la canasta sino muy alto, en una colina brillante. ¿Cómo se explica usted que a finales del siglo XX, nuestra Fe, tan abusada, atacada y vituperada, ha atraído tantos judíos, ateos de renombre, docenas de pastores protestantes, prominentes políticos, etc.? ¿Por qué el Santo Padre en su última visita pastoral a los Estados Unidos en octubre de 1995, conquistó de hecho el corazón de New York, la capital del secularismo? Por qué en los medios de comunicacion cuando se utiliza la palabra Iglesia, se sobreentiende que se trata de la Iglesia Católica, y no el Pan Protestantismo? Ciertamente no es porque ser miembro de la Iglesia sea el camino a la riqueza, la fama, la buena salud y un futuro libre de preocupaciones¡ Es porque atrae a aquellos que buscan verdades eternas, que prometen vida eterna, la vida que nunca termina.
Si estamos ahora en la era del laicado, como se proclama constantemente, su éxito será medido no por la participación creciente del laicado en ministerios eclesiásticos sino más bien por el crecimiento y la salud espiritual de la Iglesia, como se manifiesta en el aumento tanto en cifras como en intensidad, de la oración de los laicos, su participación en los sacramentos y su fervor apostólico. Esto a su vez, llevará inexorablemente a una transformación gradual de la cultura para que refleje fielmente las enseñanzas de Cristo, a través de la Iglesia. El Papa en su discurso a los Obispos Americanos en Los Angeles en 1987 decía: La Iglesia, principalmente a través de sus laicos está en posición de ejercer gran influencia en la cultura americana. Pero cómo está evolucionando la cultura americana actualmente? Está recibiendo la influencia del Evangelio? Refleja con claridad la inspiración cristiana? Su música, su poesía y su arte, su drama, pintura y escultura, la literatura que está produciendo–todos esos aspectos que reflejan el alma de un pueblo están siendo influenciados por el espíritu de Cristo para perfección de la humanidad? La respuesta afirmativa a estos interrogantes puede tardar décadas pero el esfuerzo va a comenzar con nuestra propia conversión personal que a su vez ha de resultar en la conversión de otros.
El mensaje profético del Concilio y del actual pontificado han conducido a esta forma de pensar acerca de los laicos… El Santo Padre cree que, al cruzar el umbral de la esperanza en el tercer milenio, estaremos entrando a una nueva primavera de la Iglesia. En última instancia, si esto se va a convertir en realidad, dependerá del apostolado de millones de personas y de familias. El Papa dijo en su carta sobre la actividad misionera: El testimonio de una vida cristiana es la primera e insustituible forma de misión. Cristo, cuya misión nosotros continuamos, es el Testigo por excelencia y el modelo de todos los testigos cristianos. La primera forma de testimonio es la vida misma del misionero, de la familia cristiana y de la comunidad eclesial.
Este compartir de nuestra fe lo podemos llamar evangelización, testimonio, etc. Yo prefiero usar la palabra que los Padres del Concilio emplearon con más frecuencia: apostolado. El Concilio Vaticano II nos dice: el apostolado individual que fluye generosamente de su fuente en una vida genuinamente cristiana, es el origen y condición de todo apostolado laico, aún del apostolado más organizado; no admite sustitutos. Independientemente del status de una persona, todos los laicos (incluso aquellos que no tienen ni la oportunidad ni la posibilidad de colaborar en asociaciones), están llamados a este tipo de apostolado y obligados a comprometerse con él.
Posteriormente, en una encíclica del Papa Juan Pablo II sobre los laicos, el punto no podía quedar más claro: -La misión entera de la Iglesia está entonces concentrada y expresada en la evangelización… de hecho, la buena noticia está dirigida a mover a una persona a una conversión de vida y de corazón y a adherirse a Jesucristo, como Señor y Salvador; a disponerla a recibir el Bautismo y la Eucaristía y a fortalecer a las personas en la perspectiva y realización de una nueva vida de acuerdo al Espíritu-. En pocas palabras, es responsabilidad de cada uno de nosotros evangelizar a los que nos rodean. Sin excusas. Todo discípulo ha sido llamado por su nombre, ninguno puede quedarse sin dar una respuesta: -Ay de mí si no evangelizara- (I Cor 9:16).
Quizás lo que deberíamos hacer es establecer firmemente nuestro derecho y obligación de traer nuestros amigos a la Iglesia de Cristo. Primero, es Su Iglesia, con el sucesor de San Pedro como Vicario de Cristo. Como señala el Santo Padre en la encíclica sobre el Compromiso con el Ecumenismo, -la única Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia Católica. El Decreto del Ecumenismo reitera que en ella está presente la plenitud de los medios de salvación. La unidad completa vendrá cuando todos compartamos la plenitud de los medios de salvación confiados por Cristo a su Iglesia… la Iglesia Católica es consciente de que en su seno ha preservado el ministerio del Sucesor del Apóstol Pedro, el Obispo de Roma, a quien Dios estableció como su -principio visible y perpetuo y base de la unidad-.
Abreviando, todos los que se salvan, se salvan por medio de la Iglesia, aún cuando en la tierra no se han percatado de ello. Todos los que ya están en el cielo son miembros de la Iglesia. Belloc tenía razón, creo yo: "Hay algo en el mundo que se diferencia de todas las demás cosas. Tiene fuerza y personalidad. Se le reconoce y (cuando se le reconoce) es objeto de los amores y de los odios más violentos. Es la Iglesia Católica. Dentro de su seno, el espíritu humano recibe techo y calor. Afuera es de noche".
Segundo, hay un concepto equivocado, ampliamente propagado en nuestra sociedad, de que el Concilio Vaticano II se concentró en el papel de los laicos católicos en la Iglesia. No fue así. De lo que trata es del papel de los laicos católicos en el mundo. Este papel puede resumirse en la búsqueda de la santidad que es nuestro deber y derecho bautismal y por consiguiente en ejercer el derecho y el privilegio de extender el reino de Dios aquí en la tierra, por medio del testimonio de nuestra fe con el ejemplo cristiano de nuestras familias y amistades.
Unas palabras de precaución. No estamos hablando de proselitismo (en el sentido peyorativo). O sea, nuestro testimonio, nuestro compartir, nuestras palabras, nuestra generosidad, nuestra formación, nuestra educación, etc., no tiene absolutamente nada que ver con coerción, y menos, ni pensarlo, con falta de respeto a la "libertad de los hijos de Dios", particularmente en lo que concierne a nuestros "hermanos separados". Todo lo contrario. Estoy completamente de acuerdo con la importante declaración ecuménica contenida en "Evangélicos y Católicos juntos en 1994", escrita por Charles Colson and Richard John Neuhaus, que fuera también suscrita por muchos otros líderes prominentes tanto católicos como de las religiones evangélicas, que dice: " Es comprensible que los cristianos que dan testimonio del Evangelio traten de persuadir a otros que sus comunidades y tradiciones están más de total acuerdo con el Evangelio". Está claro que sólo la gracia de Dios puede alcanzar una conversión y que la presión, excepto la oración, el sacrificio, el buen ejemplo y la amistad, puede más bien a la larga ser contraproducente y además se aparta del respeto "a la dignidad de la persona humana", punto central en las enseñanzas del Concilio Vaticano II y de Juan Pablo II.
"El testimonio cristiano debe darse siempre en espíritu de amor y humildad. Nunca negando a otros sino más bien reconociendo la libertad completa que tienen las personas para discernir y decidir cuál es la voluntad de Dios para sus vidas. Un testimonio que sirve a la verdad, sirve también a esa libertad. Toda forma de coerción física, psicológica, legal o económica, corrompe el testimonio cristiano y debe rechazarse totalmente…" No, sólo estamos interesados en nuestro total y personal 'don de nosotros mismos' que nunca es más completo que cuando actuamos como colaboradores de Dios al coompartir el don de la vida divina, la gracia de Dios. El Cardernal Newman, quien es el protoconverso de los dos últimos siglos, dijo muy claramente que 'creer es amar' y que la gracia de la plenitud de la fe se otorga solamente a aquellos que la buscan en libertad.
Pero pasemos ahora a asuntos más prácticos. ¿Cómo "hacer" conversiones? Primero que todo, no somos nosotros los que logramos las conversiones. Sólo Dios. Habiendo dejado eso perfectamente claro, veamos cuál es nuestro primer paso al acercarnos a alguien para que considere hacerse católico. Lógicamente el deseo deberá surgir de nuestra vida de oración. Parafraseando el epitafio del sepulcro del famoso arquitecto londinense Christopher Wren, "Si buscas conversiones, mira a tu alrededor", en nuestra vida diaria, estamos en contacto con docenas o cientos de personas todos los meses que van desde nuestros queridos familiares y amigos íntimos, hasta el carnicero, el panadero y el fabricante de candelas. Al verlos nos preguntamos "¿Podría esta persona abrirse a nuestra Fe?" Si la respuesta es positiva, avancemos al siguiente paso. Se dice que la mejor forma de recaudar dinero para una buena causa es simplemente solicitarlo. Lo mismo aplica aquí. Si le preguntamos a varias personas en el curso de nuestra vida "¿Has pensado alguna vez en hacerte católico?", se producirán con toda seguridad no sólo conversiones, sino también diálogos inteligentes y estimulantes, además de nuevas relaciones personales. Talvéz sea bueno practicar esta pregunta frente al espejo varias veces, al igual que un joven practica la forma en que le pedirá por primera vez a una muchacha que salga con él. Generalmente se quedará sorprendido al ver cómo reacciona la gente ante esta pregunta: sorprendida y halagada. Naturalmente, hay que enfatizar que esta no es la forma de abordar a personas totalmente extrañas. Fuera del marco de una amistad profunda y duradera con el potencial miembro de la Iglesia, nuestra pregunta suena falsa y puede ser considerada con toda razón como impertinente e insincera. La gran mayoría dirá que usted es la primera persona que le ha hecho esa pregunta, y más de alguno confesará que han estado esperando toda su vida que alguien le pregunte eso. Unos pocos reaccionarán negativamente, pero después de todo, no todos tienen 'ojos para ver y oídos para oir'. Nos 'sacudimos el polvo de nuestros pies' y proseguimos. No estamos buscando triunfos. Es el 'Amor de Cristo el que nos compele'. Nos sorprenderá también observar cómo al pasar del tiempo, muchos años quizás, la gente vendrá a nosotros buscando respuestas porque en algún momento tuvimos la valentía de ofrecerles nuestra Fe.
Se trata de desafiar a la gente para que consideren la toma de decisión más importante de sus vidas, infinitamente más importante que escoger una escuela, profesión o cónyuge; es una decisión que va a afectar todas las fibras de su ser por el resto de sus vidas, y que tendrá serias consecuencias para la vida después de la muerte. Es esencial conocer bien a las personas, principalmente su formación religiosa si es que la tienen, de manera que sepamos "de donde vienen". En este contexto es de mucha utilidad leer la obra de William J. Whalen, titulada "Hermanos separados" (Our Sunday Visitor), que contiene un "survey" de los protestantes, anglicanos, ortodoxos orientales y otras denominaciones en los Estados Unidos. Al iniciar una conversación sobre este tema, tanto usted como su amigo estarán entrando más allá de la superficie de las trivialidades de la vida diaria, y penetrando en el corazón mismo del tema. ¿Por qué estamos aquí? ¿Qué es la verdad? ¿Existe Dios? ¿Existe otra vida más allá de ésta? ¿Jesucristo es Dios? ¿Jesucristo fundó la Iglesia durante su vida terrena? ¿Cuál es esa Iglesia? Naturalmente hay que estar dispuesto y preparado para discutir y tratar de responder estos interrogantes. '…Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere' (I Pedro, 3:15). En el mundo actual ser evangelizador significa ser apologista. Este es un trabajo de toda la vida, pero eso no es excusa para que no evangelicemos mientras vamos aprendiendo sobre la marcha. No olvidemos que por muy poco que nosotros sepamos, nuestro amigo sabe aún menos. Y lo más importante es que nosotros sabemos dónde encontrar las respuestas. Dichosamente, gran parte de nuestro esfuerzo catequético con nuestros amigos y conversos potenciales será simplemente referirlos a las mejores fuentes. Nosotros naturalmente deberíamos tener un buen conocimiento del Nuevo Testamento y del Catecismo de la Iglesia Católica, que deben ser nuestros textos fundamentales. Deberíamos también leer, sin prisa pero sin pausa, los grandes apologistas ingleses y americanos: Newman, Lewis, Chesterton, Benson y Knox y los maestros más modernos como Sheed y Kreeft, muchas de cuyas obras han sido impresas. También es de gran utilidad familiarizarse con las enseñanzas magisteriales del Papa que contienen las lecciones más recientes sobre temas de fe y moral.
Al revisar nuestra propia preparación, estaremos en mejor posición para recomendar lecturas apropiadas a las personas que tienen interés en conocer nuestra Fe. Un número creciente de personas simplemente no comprenden el vocabulario básico de lo que significa la fe. El libro 'Creencia y Fe' (Belief and Faith) escrito por el famoso filósofo alemán Josef Pieper es excelente y además breve. Se basa principalmente en el libro 'La Gramática del Asentimiento' (Grammar and Assent) que es una obra mucho más compleja, escrita por el Cardenal Newman. Actualmente muchas personas necesitan un libro para despertar su interés en el cristianismo o que les ayude a hacerles el cristianismo más 'razonable' y comprensible. Hay varios libros apropiados. Dos obras de G.K. Chesterton son lecturas estimulantes: 'Ortodoxia' y 'El Hombre sempiterno' (Orthodoxy, The Everlasting Man) . Estoy pensando también en otro que es básico, 'Un mapa de la vida' (A Map of Life), escrito por Frank Sheed y editado por Ignatius, y el famoso 'Mero Cristianismo' (Mere Christianity) de C.S. Lewis. Por supuesto el más fundamental es el Nuevo Testamento. Una excelente versión es la Biblia de Navarra (Scepter), que contiene comentarios ascéticos. También es recomendable una buena 'Vida de Cristo' (Life of Christ), por ejemplo las de Goodier, Sheen, Riccioti, Guardini. Sus amigos deberán conocer la vida de Jesucristo si es que van a pertenecer a su Iglesia. Luego es necesario un buen catecismo católico, para el conocimiento de la Iglesia y sus enseñanzas. Hay varios excelentes, por ejemplo los catecismos de los padres Trese, Hardon, Lawler, Noll y muchos más. Escoja uno con el que se sienta cómodo y que refleje las enseñanzas de la Iglesia, actualizado por el Concilio Vaticano II y el reciente Catecismo.
También es recomendable estimular el apetito para la conversión, suministrándoles lectura sobre una o dos historias de conversiones. Se me ocurren: Jornadas Espirituales (Spiritual Journeys) de las Publicaciones Paulinas o 'Sorprendido por la Verdad' (Surprised by Truth) de Basilica Press. Nuestros amigos se quedarán intrigados al leer estas historias contemporáneas de conversiones de tantas personas de tan diversos orígenes, que fueron atraídas a la Fe y seguramente encontrarán su propia vida -al menos en parte-, reflejada en una de estas historias. No hay que olvidar tampoco, las autobiografías clásicas de San Agustín, el Cardenal John Henry Newman, Thomas Merton y Malcolm Muggeridge, y la más reciente del Dr. Bernard Nathanson. Sus historias han cambiado millones de mentes y corazones.
También es bueno que sus amigos se familiaricen con la rica historia de la Iglesia. Allí verán claramente la continuidad de la Fe a través de la sucesión apostólica y leerán la dramática historia de la evangelización a lo largo de los siglos con todos sus altos y bajos. Les recomiendo la obra de Msr. Philip Hughes 'Historia Popular de la Iglesia' (Popular History of the Church), que contiene una sinopsis breve de la Historia de la Iglesia, así como los tres primeros volúmenes de la magistral 'Historia del Cristianismo' por Warren Carroll (Chistendom College Press). Estos últimos volúmenes tienen estilo de novelas y son el producto de una investigación minuciosa que revela a la Iglesia con todos sus altos y bajos, sus santos y pecadores.
Parte importante de nuestra labor de llevar a nuestros amigos a la Fe consiste en ponerlos en contacto con la bella liturgia católica, el arte, literatura y música de inspiración católica. Una buena idea es acompañarlos a la Santa Misa y a otros actos litúrgicos, tales como la Bendición solemne, un bautizo, una boda, la Vigilia Pascual, la consagración de algún obispo, o la ordenación de un sacerdote. O quizás una peregrinación a un Templo Mariano con el rezo del Santo Rosario. Todo esto les ayudará a apreciar más profundamente la personalización de nuestra Fe y su aspecto sacramental. También los acercará al corazón de la Iglesia, las grandes composiciones musicales clásicas basadas en la Misa, los Salmos y los acontecimientos de la vida de Cristo y de Nuestra Señora, asì como el Canto Gregoriano que ahora extrañamente se ha vuelto tan popular. Para comenzar, procuren escuchar con ellos las grandes obras de Mozart, Beethoven, Bruckner, y de otros compositores más contemporáneos como Gorecki y Messiaen. Indudablemente que semejante música tan bella sólo puede ser inspirada por la Verdad.
Póngalos en contacto con los grandes autores católicos, comenzando con el Dante y siguiendo a través de los siglos con Manzoni y Sienkiewicz en el siglo XIX, hasta Undset, Waugh, O'Connor, Bernano, Mauriac y Endo de nuestros días. Estas lecturas les ayudarán a comprender que la verdad es la que verdaderamente nos hace libres y nadie es más libre que el artista que sigue el standard de una metafísica llena de fe, que le da la capacidad total de expresión, que le permite captar lo divino en lo humano.
Seamos realistas. No podemos esperar de ninguna manera que todos sus amigos van a ser receptivos a este serio enfoque 'intelectual'. Por eso tienen que ser muy selectivos al recomendar algo a sus amigos. A unos les vendrán mejor unos panfletos que los libros. Canciones católicas en vez de sinfonías. Alguna versión más contemporánea (aunque autorizada) del Nuevo Testamento, en vez del Douay-Rheims. Algunos preferirán los vitrales de su parroquia en vez de la Catedral de Chartres. Esté atento a sus necesidades y a sus preguntas y trate de responderlas. Un rato de oración compartida con ellos o una visita a los pobres o a los ancianos puede tener mucho más impacto en su proceso de avance hacia la Iglesia que cualquier lectura que usted les indique.
Y por supuesto no nos olvidemos de la parroquia y del sacerdote. Después de todo, nuestro amigo probablemente pasará el resto de su vida participando en una parroquia. Si la persona no ha sido bautizada, la Iglesia normalmente requerirá que el futuro catecúmeno participe en el Rito de Iniciación Cristiana para Adultos (RICA) en su parroquia, que lo llevará mes tras mes en un programa de iniciación en la Iglesia que normalmente tiene su culminación con el Bautismo durante la Vigilia Pascual (Esperemos que usted sea su Padrino¡). Si ya ha recibido el Bautismo, hará entonces su primera confesión y recibirá entonces el Sacramento de la confirmación y su Primera Comunión en una Misa ya sea en Pascua o en otra ocasión. Es práctico y adecuado establecer un equipo para este propósito. Busque un sacerdote devoto y entusiasta (realmente estos son sinónimos) con el que se pueda trabajar y hacer una triangulación, mediante la cual ambos trabajen juntos ofreciendo a la persona interesada sus percepciones y sabiduría y sus oraciones y sacrificios. De esta manera el sacerdote, en razón de su fuerza sacramental podría entrar mejor que usted en algunas áreas y podrá también aconsejarle mejor a usted sobre la mejor forma y momento en que su amigo se incorpore a la Iglesia, tomando especial consideración de sus circunstancias personales.
¿Qué sucede si después de un tiempo razonable su amigo no reacciona, simplemente no le llega? Según él, no ve nada. Sus dificultades con Cristo y las enseñanzas de la Iglesia todavía lo dejan en duda. Su familia, padres, cónyuge, presentan obstáculos aparentemente insuperables. ¿Lo tiraría entonces al agua y se alejaría en busca de otros? ¡Ni pensarlo! La respuesta es oración, paciencia y persistencia. La violencia de su oración (Recuerde quien es el que está a cargo de esta operación) eventualmente lo convencerá. Su persistencia y constancia en su sincera amistad algún día lo va a conquistar al demostratrle que usted lo ama incondicionalmente. Recuerde que usted puede quizás ser la única personal en su vida que está interesado solamente en su salvación. No hay motivos ulteriores de ninguna clase. Con nuestra paciencia demostramos que las conversiones sólo se realizan al ritmo de Dios, ni un minuto antes ni un minuto después. Su conversión puede suceder hasta que esté en su lecho de muerte, y a lo mejor usted la verá desde el cielo. ¡Qué bien! ¡Gracias a Dios! Por fin lo hizo.. Y ahora qué? Naturalmente, busquemos otra persona ahora o quizás ya usted está tratando con varias personas a la vez. Sin embargo, nunca se olvide de su amigo recién convertido. No es más que un niño pequeño dando sus primeros pasos vacilantes en un mundo nuevo y brillante que también tendrá sus sombras y tormentas. Seguramente estará rodeado de algunas personas que consideran el catolicismo y a los que se convierten al catolicismo, en las palabras de Chesterton, como "una molestia y algo nuevo y peligroso". Su amigo necesita que usted lo nutra, lo anime. Necesita su amistad y su apoyo. San Josemaría Escrivá afirma que 'la santificación es trabajo para toda la vida" y usted como el padrino o guía de su amigo, debe acompañarlo en cada paso de su camino. Quizás introduciéndolo a otras instituciones y espiritualidades de la Iglesia para que progrese en su vida espiritual. El le estará eternamente agradecido y usted a su vez se hará eco de las palabras del famoso converso y poeta francés, Paul Claudel quien dijo 'Díganle que su único deber es ser feliz'.